En mi perfil me describo como apasionado con las cosas que me gustan, y algo que me encanta es mi trabajo.
Bueno, tengo que aclarar que el mío no es muy diferente que otro tipo de trabajos, en donde te encuentras envidias, gente buena y gente mala, jefes odiosos y difíciles de tratar y alumnos (clientes) agradables y no tan agradables.
Pero independientemente de eso, muy en lo personal creo que nací para enseñar. Y esto lo digo en serio. Mira este dato: La abuela, madre de mi padre, era maestra y recibió un reconocimiento ni más ni menos que por parte del entonces presidente Porfirio Díaz!! Amaba su trabajo y estoy convencido que yo tengo algo de eso en mi código genético porque a pesar de haber estudiado otra cosa durante la universidad, terminé dando clases, y eso lo decidí porque en algún punto de mi vida me quedó claro que mi vocación era eso: ser maestro. Enseñar lo que sé.
Descubrí que, aunque soy torpe para muchas cosas, Dios me dotó de talentos para saber enseñar y de una gran habilidad para establecer comunicación maestro-alumno en mi salón de clases.
Fue muy sorprendente (y agradable) el descubrir que para mí no solo es fácil, sino que divertido enseñar algo en una clase y que la gran mayoría de mis alumnos consideran que esas clases son muy buenas y educativas. También me sorprendí al descubrir cuánta gente hay en el medio magisterial sin vocación, enseñando sin entusiasmo solamente por tener un trabajo y un puesto. Los alumnos odian a ese tipo de maestros porque éstos reflejan el aburrimiento que les produce estar con ellos, deseando estar haciendo algo diferente.
La neta el salir a trabajar todos los días es pesado. En mi caso, el hacer algunas cosas que un maestro tiene que hacer fuera de su aula lo es aún más: interactuar con los coordinadores, juntas de maestros, papeleo, listas, etc. Esa es la parte que detesto. Y claro, está la parte del trabajo que se refiere a evaluar, corregir e idear estrategias para alumnos con problemas. Tengo que decir que cuando empecé mi carrera de maestro yo era muy inexperto en ese respecto, pero he crecido mucho y he aprendido de otros maestros excelentes para corregir esas deficiencias.... y sigo aprendiendo más.
Pero la esencia de todo, el entrar a mi salón y empezar a interactuar con cada uno de mis alumnos, es algo que me alegra el día y simplemente me divierto de lo lindo.... y la mayoría de mis alumnos también lo hace...
Estoy muy orgulloso de que Dios me haya hecho similar a Él en una de sus facetas: Él es Gran Maestro por excelencia y puso un poco de esa esencia en mí.
Tal cosa es una de mis razones para vivir.
Dedicado a todos y cada uno de los alumnos y ex-alumnnos que he tenido el privilegio de conocer y de enseñar.